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viernes, 30 de noviembre de 2007

Abrazo

Dulce, atento, educado, cariñoso, sensible, apasionado. Me coge entre sus brazos cuando me encuentra en el pasillo o en la cocina. Le gusta abrazarme estando de pie los dos, mirándonos casi al mismo nivel, de tú a tú, boca contra boca, pecho contra pecho, caderas contra caderas.

Me aprieta fuerte entre sus brazos mientras me besa con pasión. Sus negros ojos brillan. Veo su deseo. Siento sus manos. Huelo su aroma. El abrazo se prolonga largo rato. Se ha parado el tiempo.

Se para durante casi dos horas. Risas, caricias, sudor, jadeos. Y el reloj vuelve a funcionar.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Hojas secas


Cubren las aceras, olvidadas por algún barrendero agotado o simplemente dejadas con la intención de que adornen los adoquines. Húmedas, amarillentas, muertas, totalmente muertas. Reposando bajo las ramas desnudas de su antiguo hogar.

Un anciano con gorra y bastón pasea sobre las hojas muertas. Despacio, con la mirada baja, un poco tambaleante. La cabeza inmersa en la época en que los árboles junto a los que camina aún eran retoños. Cuando sus propias hojas eran verde brillante. Paso a paso, recorre la acera. Las hojas siguen cayendo.

Respiro hondo y el frío aire otoñal me inunda los pulmones. Me siento a mitad de camino entre las hojas verde brillante y las hojas secas y amarillas esparcidas por el suelo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Átomos


Exploto en cien mil pedazos. Me desintegro. Me disgrego. Me difumino. Dejo de ser yo para diluirme en el espacio. Millones de átomos dispersos.

...........

Pasa una eternidad. Poco a poco me voy reconstruyendo. Partícula a partícula. Átomo a átomo. Célula a célula.
Es un proceso doloroso. Me cuesta recordar mi forma antigua. No logro rehacerme de nuevo exactamente igual. Algo infinitesimal ha cambiado. Para bien, o para mal.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Distancia



La separación que antes era tan cercana se ha hecho inmensa. Eterna. Interminable. Duele la distancia. Como si unos hilos invisibles hubiesen sido cortados de raíz, cruelmente, súbitamente. Los hilos sangran. Mi corazón también. Ya cicatrizará. Una cicatriz más, cómo no. Una de tantas.

Te veo alejarte, indiferente a mi suerte, a mis sentimientos. Te veo desaparecer de mi vida, después de haberla llenado tanto. El dolor es intenso, pero pasará, siempre acaba pasando....
Gracias por los buenos momentos. Te amaré sin que tú lo sepas. No conseguiré llegar a odiarte.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Soledad


Abro los ojos. Ya es de noche. Poco a poco voy descendiendo del mundo de los sueños que me han procurado las pastillas mágicas, pero tengo la cabeza embotada, y una deliciosa laxitud en todos mis miembros. No quiero salir de bajo las mantas.
Me incorporo cuidadosamente, comienzo a notar el mareo. La asuencia de sensaciones y emociones es tranquilizadora.
Me visto despacio, como flotando. No quiero dejar de flotar, no quiero sentir la dureza de los muebles, de las texturas, la dureza del mundo, el frío de la calle.
Salgo a la calle, mareada aún, respirando el aire frío que no consigue vivificarme. Compro lo indispensable para subistir el día de hoy.
No puedo evitar que él siga dando vueltas y vueltas dentro de mi cabeza, como un trompo enloquecido.
Regreso a mi casa, bamboleante. Todo está cubierto de una sensación de irrealidad. Como si me hubiesen dado la vuelta como un calcetín.
Él no se va de mi cabeza. Sus últimas palabras, sus últimos gestos, la expresión de su cara. Aún no lo he asimilado. Cómo es posible que ya no quiera saber nada más de mí...
Consigo reaccionar. Sacudo la cabeza, como para librarme de un mal sueño. Se acabó. Es doloroso, cierto, Pero se acabó. No queda otra salida.
Uno más que tendré que arrancar de mi corazón y añadir a la lista de los pudo ser y no fue...

sábado, 10 de noviembre de 2007

Descanso


Sol deslumbrante. Cipreses erguidos. Mucha gente hablando.
El suave tacto de las flores en mis yemas. Guantes finos, tijeras de podar, tallos cortados. Las blancas en un lado, las amarillas en otro, las moradas y rosas más allá. Las rojas en un montón aparte.

Letras plateadas cubiertas de polvo que mis manos intentan limpiar con un trapo, mientras mis ojos me escuecen, y comienzan a lagrimear.
Lo llaman el día de todos los Santos. El día de los difuntos. El día de los que no están. El escozor y el nudo en la garganta son insoportables y dejo brotar el manantial.
Nunca más, nunca más. Los que se fueron, no volverán nunca más.
Mis manos apolladas en la lápida, mi cabeza inclinada, mis rodillas tiemblan. La congoja va aminorando poco a poco, hasta que se calma. Me seco los ojos. El sol sigue brillando con fuerza. La gente sigue charlando. Las flores derraman su aroma.

Continúo con la entretenida tarea de limpiar la lápida, cortar las flores, formar un ramo más o menos bello y aceptar que los seres queridos no regresarán más... Nunca más.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Sexo



Respira con dificultad mientras sube la cuesta en dirección a su casa. Las articulaciones crugen levemente y los músculos tardan en reaccionar. El aire es frío. La luz del sol destella.
Se detiene para recibir sus rayos en la cara, con los ojos cerrados. Y un chispazo del recuerdo surge en su memoria.

Él con el torso desnudo. Los ojos semicerrados, los labios entreabiertos, los músculos tensos. Ella recorriendo su piel centímetro a centímetro. Desde el tatuaje de la pierna hasta sus labios jugosos. Notando su propio palpitar íntimo, el temblor que no conseguía ni quería evitar.
Su gesto de concentración, de entrega total al placer, esa expresión que ella adoraba y era incapaz de reproducir luego en su cabeza.
Sus labios recorriendo su cuello, su boca, sus pechos.
Su miembro buscando los rincones cálidos. Su consciencia perdida, su ser disuelto, sus respiraciones agitadas. El instante eterno que no acaba de llegar y pasa demasiado velozmente.

Luego la charla tranquila, las risas, el relax de los músculos. Hora y media. Sólo hora y media.
Él se viste, sin parar de hablar ni de sonreír. Se frota el pelo y los ojos, se despereza para poder conducir. Debe regresar a su casa. Debe trabajar al día siguiente....

Ella suspira con los ojos cerrados. Han pasado tantos años, tantos besos, tantos ojos, tantas pieles, tantos cuerpos diferentes por su vida. Abre los ojos. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Todo está bien, piensa, todo está bien. Y retoma el camino final hacia su casa.