Páginas

sábado, 31 de mayo de 2008

Tormenta

Tormenta de nuevo. Toda la tarde, toda la vida. Y yo de nuevo a la intemperie. Aguantando el vendaval. Calada hasta los huesos. Mirando las nubes negras. Viendo los rayos caer a mi alrededor. ¿Por qué ninguno sobre mi cabeza?

martes, 27 de mayo de 2008

Mareo


Mi mundo se tambalea sobre arenas movedizas.

Mi cabeza gira como una noria.

Si no estás cerca para sujetarme.

lunes, 26 de mayo de 2008

Deseo

Deseo sentirte sobre mi piel, bajo mi piel, dentro de mi piel.
Deseo que sondees mis cavidades más recónditas, que descubras nuevos senderos, que despiertes nuevas sensaciones.
Deseo descubrir tus secretos, perderme en tus oquedades, explorar tus zonas más inexploradas.
Deseo que mis labios te recorran como si fuera la primera vez.
Deseo que mis manos te acaricien como si no existiera el tiempo.

domingo, 25 de mayo de 2008

Por fin reventó el cielo, en goterones y truenos, por fin reventó mi garganta, en lágrimas dulces, liberadoras, reveladoras. Necesito un paraguas enorme que me refugie de mí misma. Necesito la barca de tus brazos que me salve de la inundación y me lleve a buen puerto.

Turbulencias

Hoy tocan turbulencias rojas y azules, cielo nublado y chispeante, no saber qué hacer con mi cuerpo ni mis manos.
No saber qué hacer con mi tiempo, con mi sangre dando vueltas como loca. No sé si conseguiré aterrizar sana y salva...

domingo, 18 de mayo de 2008

Por la mañana hacía sol, salgo a la calle, y en unos minutos se nubla y todo el cielo aparece gris oscuro, se levanta un fuerte viento y comienzan a caer goterones. Esta vez no quiero que el aguacero me pille en mitad de la calle. Llego a casa, me refugio en el sofá y bajo una manta. Mis gatos a mi lado y sobre mi regazo. Casi la felicidad total.

Exuberante

Exuberancia de formas, de sentimientos, de palabras, de silencios, de carne, de sangre, de aficiones, de curvas, de pasiones, de vicios, de virtudes, de deseos, de miedos, de odios, de anhelos, de sueños, de dolores, de placeres.
Todo exagerado y exuberante. Rebosante. Copioso. Abundante. Profuso. Opulento. Pletórico. Que nada escasee. Que haya suficiente hasta el fin de los tiempos...

sábado, 17 de mayo de 2008

Leve

Leve, ligera, etérea... quisiera sentirme esta noche.
Aérea, incorpórea, intangible.
Invisible, imposible, inexistente, para no sentir, para no pensar, para no necesitarte...

lunes, 12 de mayo de 2008

No hay manera

Más de un mes, y sigo sin olvidarte. ¿Cómo es posible? Si solo fueron dos veces. Si solo fueron dos noches. Mira que lo intento. Te juro que intento olvidarte. Pero sucede algo de repente: me cruzo con alguien que se te parece, o leo alguna historia de amor no correspondido. Y tu imagen cruza mi cabeza como una flecha. Y una flecha me atraviesa de arriba abajo. Una daga, una lanza, un puñal, yo qué sé, pero duele. Duele mucho.

jueves, 8 de mayo de 2008

Las Antípodas

Cuando era niña, mis deseos de evasión y huida de la realidad solía expresarlos con la frase "me gustaría irme a Australia", en las antípodas de mi tierra toledana natal.

Años más tarde, descubrí los maravillosos paisajes de Nueva Zelanda con la proyección de la saga de "El Señor de los Anillos".

Y llevo unas semanas teniendo la grata sorpresa de que poseo un visitante asiduo neozelandés, y eso me llena de orgullo y curiosidad. Por eso hoy me he decidido a escribir sobre ese bello país.

He visitado la wikipedia y he descubierto que "hasta aproximadamente fines del siglo XVIII vivió en el territorio neozelandés una de las mayores aves conocidas, las moa gigantes", aves no voladoras gigantes, que "a diferencia de otras ratidas como el avestruz, el emú, el casuario o el ñandú, durante la evolución habían perdido completamente las alas, tal como ocurre con los supervivientes kiwis, que se consideran emparentados con las moas." No confundir con la fruta del mismo nombre, por favor. Curiosa ave que ha perdido el rasgo más característico de su clase, las alas (interesante metáfora para alguien que a menudo se siente con ganas de volar pero no encuentra sus alas).

Y de mi sorpresa y casi incredulidad, ha surgido esta entrada. Me encantaría visitar ese maravilloso y sorprendente país, y me encantaría saber algo más de mi visitante misterioso de las antípodas.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Tu espalda

No puedo apartar mis ojos del centro de tu espalda mientras avanzas con pasos seguros y firmes por la senda, con la mochila al hombro. De vez en cuando sacas una botella de uno de los bolsillos, sin detenerte, y echas un trago. Puedo imaginar las gotas de agua resbalando por tus labios y tu barbilla sin afeitar y tu cuello, humedeciendo tu camiseta granate. Y me siento tan sedienta. Alrededor del sendero hay pinos y madroños y encinas. Hay retamas y tomillos y jaras. Lo sé porque nos lo vas contando con tu voz fuerte y serena. Yo sólo veo tu espalda, tus caderas que se mueven al ritmo de tus piernas robustas y bien formadas. Cuando el viento viene hacia mí, el olor agreste de tu sudor me atraviesa.


Me duelen los pies. Las botas nuevas me hacen daño. El sol de mayo cae de pleno sobre mi cabeza y me siento pringosa y empapada en sudor. Solo me apunté a la excursión porque sabía que tú venías y quería estar cerca de ti, necesitaba estar cerca de ti. Aunque no sepas ni que existo. Vi el anuncio en el tablón de la facultad: “Excursión a la sierra de Madrid”, y a continuación de “guía” leí tu nombre, y no tuve más remedio que ir corriendo a la delegación de alumnos para apuntarme. Esa misma tarde fui a unos grandes almacenes a comprarme todo lo necesario: las botas que ahora me están matando, el chándal verde, la mochila con muchas cremalleras. Olvidé comprar una gorra para el sol.

Hacemos un alto en el camino. Nos sentamos cerca de un arroyo, buscando la sombra de los árboles, para comer algo y beber agua. Te sientas bajo una encina, junto a dos chavalas que no dejan de reír y tontear contigo. Las muy imbéciles. De vez en cuando miras sin ver hacia donde yo estoy sentada, sola, sobre una piedra con musgo. Estoy acostumbrada a resultar invisible. Me como un plátano y unas almendras, que voy pelando cuidadosamente, y bebo medio litro de agua mientras te miro de reojo. Cómo envidio a esas chicas.

La primera vez que te vi entrabas en la clase de Análisis Matemático con tu andar pausado, la carpeta bajo el brazo y riéndote de algo que te estaba contando un compañero. Te seguí con la vista hasta que te sentaste en la tercera fila, justo delante de mí. No tomé un solo apunte en toda la hora. Tu nuca me atraía como un imán. Cuando girabas la cara para decirle algo a tu compañero, podía ver tu perfil y tus ojos de refilón. Ojos grandes y oscuros. Nariz regular. Un pendiente en la oreja izquierda. Y tu espalda. Triangular y no demasiado ancha. Hombros equilibrados y fuertes. Camiseta ajustada verde oscuro con un “1973” en amarillo. Clavaba los ojos en tu nuca esperando que notaras un cosquilleo y te giraras para mirarme. Pero nunca lo hiciste.

Reanudamos la marcha, separándonos del arroyo para seguir por el sendero, que cada vez es más empinado y pedregoso. Admiro tu facilidad para subir la cuesta, sin ningún esfuerzo aparente, sin dejar de charlar con los que te rodean. Yo jadeo intentando no alejarme mucho de tus huellas. Cuando no aguanto el dolor de las ampollas que se abren en mis pies, y siento que ya no puedo dar ni un paso más, alzo la vista y miro tu espalda y tu nuca y tu pelo negro tan corto, y se me pasan todos los dolores.

Mientras observo tu brazo izquierdo, tan moreno, moverse con el ritmo de tu caminar, doy un mal paso y siento un dolor agudo. Suelto una exclamación de dolor, me agacho para agarrarme el tobillo y te giras y me miras por primera vez. “¿Estás bien?”, me preguntas. Respondo que sí con una mueca de dolor. “Vamos a ver. Siéntate”, me dices. Te obedezco sin rechistar y me siento a la vera del camino, sobre los helechos. Te arrodillas a mis pies, me quitas la bota llena de polvo y el calcetín y tocas con mano experta mi tobillo. Yo tiemblo y gimo, y no es de dolor. “Parece que tienes un esguince, no puedes seguir andando. Voy a llamar al coche de apoyo para que vengan a por ti”. Dejas con cuidado mi pie descalzo sobre la arena del camino. Estoy viendo tu cara de frente tan cerca por primera vez. Tus ojos castaños, tu nariz ligeramente torcida, la arruga que se te forma en la comisura de la boca, junto a un lunar, tu barbilla decidida, tu piel morena. Olvido mi tobillo hinchado mientras te observo hablar por el móvil con desenvoltura. “Enseguida vienen, no te preocupes”, dices sonriente, me saludas con un gesto y mientras te alejas con el resto del grupo, clavo la vista en tu nuca. Antes de desaparecer tras un cerro, te das la vuelta y me miras y mis ojos comienzan a escocerme.

Pelusas


Pelusas en el aire. Olor a lluvia. Quisiera que el chaparrón me encontrara en medio de la calle, sin capucha, ni paraguas, a la intemperie. Quizá hoy también me toca anestesiarme.

martes, 6 de mayo de 2008

Si estamos en mayo, ¿por qué me huele a verano? Me huele a campo, a hierba recién cortada, a muchos grados. Me huele a infancia, a trigos segados. Huele a manga corta, a ventanas abiertas, a cama sin mantas. El sol quizá se ha equivocado.
Yo no sé qué hacer con mi cuerpo. Cansado, sudado, molido, agotado.
Mi calle demasiado ajetreada, tanta gente en la calle, tanta vida.
No acabo de hallarme. Ruego por la lluvia, por el frescor, por el otoño.

De nuevo necesito anestesiarme para no sentir.... tanto.

sábado, 3 de mayo de 2008

Geranios

Parece la ventana del patio de una casa de algún pueblo manchego. Con sus geranios rosas y rojos. Con su reja y su fachada encalada.

Pero no. Es la ventana de la cocina de mi piso madrileño. Cada vez que salgo a tender la colada, me sorprende cómo pueden crecer tan exhuberantes. Tan rurales. Tan verdes y rosas y rojos como los del pueblo.

viernes, 2 de mayo de 2008

Llaves

Hace seis años. Parece que hace seis siglos. Parece que hace seis meses. Me dieron mis propias llaves. Las llaves de mi propia casa. Las llaves de mi propio espacio. De mi propia vida. De mi independencia, de mi libertad. Cuarenta y pocos metros cuadrados para mí sola. Para esconderme, para perderme, para descubrirme, para dormir, para desvelarme, para reír, para llorar, para gozar, para aislarme, para relacionarme, para quebrarme la cabeza, para olvidar, para recordar, para liberarme. Y para que mis gatos me permitan vivir con ellos finalmente...